Desconozco donde se filmó la conocida película así titulada, aunque bien podría haber sido en los lugares en que hemos estado estos días.
No hace falta que os lo jure, podéis verlo vosotros mismos en las fotografías que ya he subido a la web, el azul turquesa es el color predominante en el paisaje de Rangiroa.
Varios motu (islotes en polinesio) conforman una especie de apéndice rectangular en el extremo sudeste del atolón. A lo largo de su costa interior (la que da al lagoon) se acumula un inmenso banco de arena que se extiende como una franja de centenares de metros. El resultado es una inmensa extensión de aguas bajas (por debajo de la rodilla) que durante kilómetros sigue en paralelo la línea de las islas.
Como si pudieras caminar sobre el agua, puedes desplazarte andando desde unos metros más allá de donde fondeamos el Bahari hasta la costa, o de motu en motu, aunque al final es más cómodo y rápido hacerlo remando, ya que no hay calado ni para poner en funcionamiento el motor fueraborda de la auxiliar.
La profundidad condiciona el color del agua, cuanto mayor es más se aproxima al azul marino, a medida que disminuye se torna en azul más claro y eléctrico, los bajos frente a nosotros eran de un turquesa casi lechoso.
Hicimos un intento de atravesar por tierra motu Maufano, pero desistimos, la vegetación es realmente cerrada, avanzar resulta costosísimo y doloroso (por los arañazos). Como es habitual el suelo está plagado de cocos caídos, hay una especie de cangrejos que se alimenta de ellos, con ejemplares que pueden superar el medio kilo de peso y llegar casi a los 50 cm de envergadura. Visto el tamaño de sus extremidades capturamos algunos para probarlos, ¿quién sabe? Igual eran como centollas. La operación requirió de mucha precaución, creo que con esas pinzas capaces de romper la corteza de un coco pueden cortarte un dedo de cuajo. Su tamaño y osadía es su perdición, ya que los mayores ejemplares no corren para esconderse, plantan cara; si con decisión y rapidez los atrapas con una mano de cada pinza ya no pueden defenderse.
Esa misma noche probamos un par cocidos, su sabor no es malo, me recuerda a las bocas, pero tienen menos carne de la que pensábamos, únicamente en las extremidades, de modo que concluimos que era una pena sacrificarlos solo por eso, al día siguiente bajé a tierra para liberar al resto.
Pasear por el bajo (la zona poco profunda) es un auténtico placer, genera muchas sensaciones. Los pies descalzos sobre la arena, cubiertos por fresca y transparente agua de mar; el sol calienta, pero la brisa amortigua la temperatura, la sensación térmica es agradable; la luminosidad es muy intensa, a ello contribuye el azul claro que te rodea y sus reflejos, los colores son especiales; la visión combina la belleza y tranquilidad del lagoon con los islotes creando una verde barrera perimetral, a veces forman una línea continua, a veces están separados, dando la impresión que por allí se conecta con el mar abierto, pero no es cierto, la barrera de coral siempre está, prueba de ello es la espuma blanca del romper de las olas; el silencio es prácticamente absoluto, únicamente un murmullo lejano del batir del océano en el exterior del atolón y el chapoteo de los pies al arrastrarlos dentro del agua.
Paz y espacio casi infinitos solo se alteran ocasionalmente por el rápido movimiento y el consecuente ruido de las rayas o los tiburones huyendo de la presencia humana, lo que recuerda que también existe vida en ese pequeño universo. Hay que tener cuidado de no pisar las rayas, su picadura como defensa podría llegar a ser grave, es venenosa. Los tiburones son más curiosos que peligrosos, sobre todo se trata de pequeños ejemplares de puntas negras que nadan con la aleta fuera del agua, se les ve a distancia, y dada la visibilidad de su estandarte se puede observar su comportamiento: en cuanto detectan la presencia de algo se acercan en línea recta pero con sigilo, al aproximarse intuyen que se trata de algo raro y comienzan a dar vueltas a una distancia de pocos metros, con el menor movimiento salen disparados, de otro modo llegan a la conclusión de que no vale la pena el riesgo y siguen con su búsqueda indiferente.
Llevamos un kayak hinchable abordo, y se me ocurrió que sería un buen medio para ir a conocer Sables Roses, la playa de arena rosa ubicada en motu Vahituri, a unos 3 Km. de nuestra posición. Jose Carlos y Hugo preferían acercarse en lancha a visitar un motu más accesible, así que preparé todo y comencé a remar.
La corriente en contra era fuerte, imposible hacer rumbo directo, la mejor estrategia: costear hasta un falso paso que separa los motu Maufano y Vahituri. A veces me quedaba tan absorto contemplando la belleza que me rodeaba que hasta se me olvidaba remar, percibir como el kayak navegaba marcha atrás me devolvía a la realidad.
Casi llegando al paso distinguí una cabaña entre la vegetación que parecía habitada, lástima que no tenía mucho tiempo, el sol se pondría en menos de una hora, y todavía me quedaba un buen trecho, me habría gustado acercarme a socializar un rato, mis experiencias con los polinesios siempre han sido muy buenas.
Tras el esfuerzo del último tramo llegué a la supuesta playa de arenas rosas, y digo supuesta porque no estaba allí, ya sabía que en función de los temporales puede aparecer y desaparecer, en este caso solo quedaban algunos vestigios de su presencia. Sea como fuere, la isla tenía muy buena pinta, solo un paseo por ella merecía la pena.
No es muy grande, menos de 1 Km de larga y unos 500 metros de ancha, llena de cocoteros y con una estrecha franja de arena y piedras en sus bordes, cierto es que con tonos rosados, debido a la erosión del coral. Recorrí todo su perímetro, con la mirada alternada entre el paisaje y la búsqueda de conchitas o trocitos de coral. En una pequeña piscina natural vi algo que me llenó de emoción, una docena de tiburoncitos de apenas 10 cm. de largo, realmente curioso, tan chiquitines y con las mismas formas que cuando alcanzan varios metros, hasta las aletitas superiores tenían la misma punta negra que sus congéneres que había visto por el camino. Todo ser, por temible que nos parezca, tiene su etapa vulnerable, ninguna criatura es intrínsecamente buena o mala, todo forma parte del complejo equilibrio de la naturaleza, no siguen más que sus instintos, y como tal debemos respetarlos y valorarlos.
Casi de regreso al punto en que había dejado el kayak me sorprendió la puesta de sol, he visto muchas, pero el colorido que generó esta sobre el lagoon fue tan espectacular como lo es durante el día. La cosa no quedo ahí, el ocaso proyectó en el cielo una gama de rojos, naranjas y azules, aderezados con el punto blanco de la luna, como pocas veces se da, os invito a ver la fotografía, algo así es muy ocasional.
Por la noche el viento calmó por completo, más que un lago aquello se convirtió en una piscina. La luna se fue a dormir pronto, y sin competencia, las estrellas dominaron el firmamento. Tumbarse en cubierta a observar el cielo es uno de los placeres de la vida en el mar; Orión, omnipresente, nos acompaña desde que salimos de Valencia; la osa mayor, que se vuelve a ver en estas latitudes, me transporta a las noches de verano en Formentera, muchos recuerdos; La Polar, la estrella del Norte, no se verá hasta que no cambiemos de hemisferio, pero el lateral del «cazo» ya apunta claramente a donde se encuentra dicho punto cardinal.
Por la mañana, a una hora prudencial para no molestar con nuestro ruido a los peces, levamos ancla y nos dirigimos de nuevo a Tiputa, con objeto de tratar de conseguir -infructuosamente- un repuesto del compresor de buceo. Durante trayecto de regreso al punto de salida del atolón el agua parecía un espejo, tanto, que producía un efecto óptico por el que eras incapaz de averiguar la frontera entre mar y cielo, el horizonte se había perdido…
¿Será una señal eso de perder el Norte (la estrella de) y que desaparezca el horizonte?
En este momento hemos abandonado ya el paraíso que representa Rangiroa, nos dirigimos a Tahití, la capital de la Polinesia, donde tenemos algunas gestiones que realizar y suministros que conseguir, 200 millas por la proa, menos de dos días de navegación.
Sed felices.
Kike
Hola, he buscado información para averiguar dónde se rodó la película y parece que no se ponen de acuerdo, todos quieren asignarse el lugar 😀
He encontrado enlaces que dice que se rodó aquí:
– Jamáica
– Playa Palmilla (República Dominicana)
– Maritinica, cabo verde, Africa
– Martinica, norte de Santa Lucía, Mar Caribe
– Isla Nanuya – Fiji
– Isla Tortuga – Fiji
Así que nos quedamos, de momento, sin saberlo con seguridad 🙂
Saludos y buen viaje.
Se rodaron distintas escenas en distintos lugares. Las más representativas, en las «piscinas naturales» en Republica Dominicana, cerca de isla Saona.
Chicos, no os imaginais lo que vuestra lectura de diario representa para este humilde servidor. La Aventura, la capacidad de asombro, el recordar que hay cosas más importantes y elevadas que el rutinario día en la ciudad.
Ojalá mi nivel de ingresos me permitiera acompañaros en alguna escala de vuestro viaje; una de esas bonitas y sorprendente en la que pudierais dejarme en una orilla y seguir la travesía.
Buena proa.
Prueba
Las fotos maravillosas de postal como tú dices. Buen viaje y un abrazo.
Ni la mejor pelicula , ni el mejor libro escrito,ni el poema mas bello ,puede compararse con los k escribes , muestras y nos ofreces en cada uno de tus relatos ,no tiene comparacion porke veo k escribes con lo mas mas profundo de tu ser lo k ves y sientes…por favor disculpa y no mal interpretes mis palabras por favor pero soy sincera al decir k por medio de la tecnologia me has abierto las puertas a un mundo k no conocia GRACIAS,te agradezco k nos muestres este paraiso k la rutina y nuestros miedos no nos dejan ver,me inspiras y me animas a hacer lo k tu haces vivir y descubrir lo k tenemos ahi a nuestro alrededor,mirar mas alla,conquistar lo k hemos dejado de lado, estoy con ustedes dia dia descubriendo y viendo mas alla de mi misma,gracias por compartir vuestra gran aventura…..un gran abrazo….Paty
Madre míaa, si ya de normal todo lo que hacéis despierta en mi una gran curiosidad por querer saber más, vuestras vivencias y todo, lo que descubrís referente a la fauna, la acrecienta mucho más aun si cabe. Me hubiera encantado ver la piscina natural con los tiburoncitos!! Esto ya es envidia…y de sana, nada…jaja. Cuidaros!! Un beso.
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