Durante estos días hemos podido comprobar de nuevo la calurosa acogida que brindan los polinesios habitantes de atolones remotos, recordaremos Pukapuka por su belleza, pero jamás olvidaremos a su gente y como nos han tratado.
Siendo domingo por la mañana, y tras unos días de navegación, nos levantamos tarde, con el sol ya bien alto. Nuestros amigos los delfines no estaban, y dado que el arrecife de enfrente tampoco tenía especial interés para el buceo (estuve allí la tarde anterior y lo único destacable fue un grupo de 6 tiburones de puntas grises cazando en formación), decidimos bajar al pueblo que habíamos visto al pasar con el barco. Aseguramos el fondeo y tomamos la embarcación auxiliar.
Nada más llegar fuimos el centro de atención, los pocos que se encontraban en el minúsculo muelle vinieron enseguida a ayudarnos a subir la lancha y saludarnos.
Una de mis primeras preguntas fue: ¿vive mucha gente en esta isla? Me hizo mucha gracia la respuesta: siii, ¡mucha!… -hizo una pausa para pensar, como si estuviera contando-… ahora mismo 169. Para que veáis que todo es relativo.
Tras pedirle permiso al alcalde, que también vino a recibirnos, empezamos a caminar por las calles, repletas de cocoteros y con casitas de madera salpicadas aquí y allá. ¿Cómo no? Una bonita iglesia de buen tamaño, desde luego los misioneros dejaron su legado por todo lugar.
A los pocos minutos se acercó a nosotros un hombre de los que habíamos conocido en el muelle, venía con otro amigo que disponía de una furgoneta, nos ofrecieron llevarnos al lagoon, allí había una especie de fiesta, aceptamos encantados.
Durante el trayecto el paisaje era espectacular, inicialmente un camino de tierra entre bosques de cocoteros, luego una pista que discurría por el borde del lagoon, con una serie de azules tan vivos que parecían pintados artificialmente. Habría parado cada 50 metros para tomar fotografías, pero me supo mal detener la marcha.
Llegamos a un techado de madera bajo el que se reunían varias familias y un joven francés que, tras conocer Tahití y no desear volver a Europa, había montado una pequeña empresa de construcción, estaba allí encargándose de un refugio para huracanes y tsunamis, también había llevado a cabo la rehabilitación de la catedral de Mangareva. El lugar es realmente privilegiado, frente a la laguna interior de aguas cristalinas, parece una enorme piscina, y con un pontón de madera que hace las veces de trampolín.
Nos integraron en el grupo como si nos conocieran de toda la vida, compartiendo su comida y todo lo que tenían. Pasamos horas conversando, riendo, bañándonos y contándonos cosas de nuestras respectivas vidas. Jose Carlos montó su equipo de kitesurf, y aunque no pudo navegar mucho, porque no había bastante viento, dejó a todo el mundo con la boca abierta, sobre todo a los niños, que lo observaban con enorme curiosidad.
Pukapuka es un atolón de 3,5 millas por 2, situado al Noreste de las Tuamotu. Casualmente fue descubierto por Magallanes en 1521, durante la primera vuelta al mundo de la historia. Su economía se basa en la copra (pasta de coco con la que luego fabrican cosas como aceites) y en los trabajos para la comunidad (pagados por el gobierno francés), aunque al igual que hemos visto en otros sitios, son bastante autosuficientes (pescan y cultivan sus propias frutas y verduras). No dispone de fuentes de agua, se recoge de la lluvia. Tiene un aeródromo con 2 vuelos al mes a Tahití. Un buque menor de aprovisionamiento les abastece cada 3-4 semanas, supongo que lo transvasarán a lanchas, no hay puerto. Existe colegio y puesto de enfermería. La ciudad tiene algunas calles asfaltadas con cemento, el resto son caminos de tierra.
Después de comer surgió el tema de la piragua polinesia, es un deporte que practican todos en la zona, entre sonrisas nos desafiaron a probarlo, aceptamos el reto. Montaron una piragua de 6 plazas y nos pusimos a remar. Subieron con nosotros dos mujeres, ellas se encargaron de fijar el ritmo y la dirección, se morían de la risa, aunque tampoco creo que lo hiciéramos tan mal.
En un momento llegamos a casa de unos amigos al otro extremo del lagoon, allí hicimos una parada para conocerlos y tomar algo. Eran gente realmente simpática, nos reímos un montón. Otra de las anécdotas vino cuando preguntamos:
– ¿Cuántos barcos como nosotros pasan por aquí?
– Sois los cuartos.
– ¿De este año?
– No, de este año sois los primeros, hay barcos que pasan por delante, pero nunca paran. Que yo sepa sois los cuantos que han parado en la isla.
Se me olvidó preguntarle si en estos había contado a Magallanes o no 😉
Supongo que éste es el premio de llegar a lugares tan aislados con fondeos muy complicados, son auténticos, sin turismo, y es lógico que no sea lo mismo que todos los días pase algún extranjero por allí, que sea algo que suceda cada años.
También nos hizo gracia el nombre de uno de los hombres, se llamaba «Te Amo», tal cual como suena («te» es un artículo, y «Amo» apellido), bromeamos con intercambiar nuestros nombres, así cada vez que nos llamaran nos dirían que nos querían.
Todos con los que hablábamos estaban encantados de vivir allí, no lo cambiarían por nada, y no me extraña, un paraíso, sin impuestos y casi sin normas. Por ejemplo, no hace falta permiso para conducir, nadie lo tiene, tampoco hay policía ni señales de tráfico, conducen desde los 13 años, y con no estamparse con un cocotero o caerse al mar les vale.
Antes de que cayera el sol regresamos al pueblo, y tratamos de compensar su amabilidad mostrándoles nuestra humilde morada, el Bahari. Cuando nos dimos cuenta en el muelle había como 20 personas esperando a subir, solo pudimos llevar a un grupo antes de que se fuera la luz y se convirtiera en peligroso cruzar el arrecife.
Pensábamos irnos esa misma tarde, pero nos ofrecieron ir de pesca de madrugada (a las 5) y dijimos que sí, como veréis nos apuntamos a un bombardeo, hay pocas cosas que dejamos para que nos las cuenten…
Sin embargo las cosas se nos complicaron durante la noche, la ola fue subiendo, y llegó un momento en que la rompiente era terrible, estábamos demasiado cerca de ella. No nos atrevimos a abandonar el barco. Si por la noche el sonido ya era aterrador, esta mañana al verla se nos han puesto los pelos de punta, estábamos en el límite, hemos cortado el cabo y escapado de allí a toda prisa, luego volveríamos a recuperar todo con la auxiliar.
Mientras Jose Carlos mantenía el Bahari en círculos frente al pueblo, Hugo y yo hemos bajado a despedirnos y pedir disculpas por no haber acudido a la cita. Nos hemos ido de allí con un montón de besos, abrazos, saludos y buenos deseos, muchos nos han acompañado hasta el muelle para agitar sus manos en el momento zarpábamos.
Gracias Irma, Charles, Patricia, Te Amo y tanta gente cuyo nombre no recuerdo, como el joven francés, el hombre de la furgoneta (que fue nuestro chofer oficial), y muchos otros… ha sido una magnífica experiencia conoceros y compartir un trocito de nuestras vidas, con gente tan noble, humilde, pura de corazón y acogedora como vosotros el mundo es un lugar mejor, alimentáis la creencia de que todavía quedan paraísos habitados por gente amable y cariñosa.
Después de esta emotiva despedida, continuamos navegando rumbo a Fatu Hiva, la isla más septentrional de las Marquesas. Vamos rápidos, entre 7 y 9 nudos, con viento del Este de más de 15 nudos que nos viene entre ceñida abierta y través, llevamos la mayor con el primer rizo tomado y génova completamente desplegado. A las 11:37 GMT del día 27 (aquí 10 horas menos) nos encontramos en 12º 59′ S, 138º 47’W, a 151 millas de nuestro destino, si continuamos así podríamos llegar mañana, pero ya veremos si con luz o tendríamos que esperar al día siguiente.
Sed felices.
Kike
Hola navegantes, me ha gustado eso de que «como es domingo nos hemos levantado tarde» no sabia que llevarais una vida tan ordenada ja ja, aqui en conversaciones con los padres de Jose Carlos a veces les digo que vendreis saludareis y os volvereis a ir a esas maravillosas islas a vivir como los nativos, cultivar perlas, arreglar barcos o montar un resort ecologico para navegantes, cuando lo tengais poned una pista de aterrizaje e iremos los cuatro de Argentina a visitaros. (Daos prisa que el tiempo corre y no precisamente a nuestro favor) Besos Luis y Charo
Bueno, parece que todos estamos un poco hambrientos de esas maravillosas palabras, te quiero, te amo.
Pero vosotros teneis una novias que os quieren y seguro que de cuando en cuando os lo diran.
Y si no, estar seguros de que todas las personas que os siguen en vuestra aventura, de una forma u otra, OS AMAN.
Caballeros, os superais en cada encuentro con los habitantes de esas islas. Con tan pocos moradores en esa isla, bien podeis decir que es un paraiso y más pudiendo subsistir de lo recolectado por ellos mismos. Que el viento siga siendo favorable y que llegeis a buen puerto.Tomad fotografias y un abrazo muy fuerte.
Primo, hoy es «pukapuka» ayer fue otra y mañana y pasadomañana seran mas, es verdaderamente extraordinario la diversidad de islas que estais visitando y sobre todo la amabilidad de las gentes que las pueblan, en definitiva una autentica aventura.
NOTA: coincido con lo mismo que Luis y Charo… sobre levantarse tarde los domingos.
Es fantástico que compartáis esto, Kike. He subido en esa furgoneta con vosotros y he visto las sonrisas de vuestros amigos de Pukapuka, que ahora también son los nuestros. Parece que es verdad que el paraíso está plagado de buenas gentes…;-). Besoss