Días 1.179 a 1.181 (5 al 7/2/13): Un día en Olimarao

La luz del sol ilumina la escotilla en el techo de mi camarote, al abrir los ojos puedo contemplar el azul intenso del cielo sin mover más que los párpados, por las noches es genial dormirse contemplando las estrellas o la luna; parece que hace buen día, a juzgar por la temperatura, anoche tuve que cerrar porque las tormentas llegaban una tras otra acompañadas de fuerte viento, si no estuviéramos en un fondeo tan seguro y bien protegido no habría pegado ojo.

Me levanto con hambre, un buen desayuno es fundamental cuando vives como un robinsón en una isla desierta, la actividad de las jornadas es muy intensa, si no como fuerte antes del mediodía me entra la pájara y tengo que volver al barco a reponerme tiritando de frío. Aunque parezca increíble, con una temperatura tropical en superficie y un agua a 28ºC, tras varias horas buceando llega un momento en el que el organismo no puede más, consumes mucha energía con el ejercicio físico y manteniendo la temperatura corporal, cuando se agota, la única forma de generar calor que tiene el cuerpo es contraer bruscamente los músculos, o sea temblar, si pasa es momento de salirse, ya no hay forma de poder recuperar dentro del agua.

No es tarde, pero Olga y Daniel ya están despiertos, son los más madrugadores. Jose Carlos dormirá todavía un buen rato más. Comentamos las posibles actividades del día, hay para no parar, ¿cómo podemos tener la agenda tan apretada estando casi perdidos en un atolón desierto de Micronesia?, en cualquier caso me apetecen todas.

Empezar el día mirando a tu alrededor, viendo aguas turquesas y una paradisiaca isla te pone de buen humor, se me ocurren mil visiones peores y perspectivas de día por delante menos motivantes, pero se me ocurren ahora mientras escribo, en el momento sólo sonrío y pienso que es un excelente inicio para lo que será, sin duda, un excelente día.

Como aquí las únicas reglas que imperan son las de la supervivencia, ¿por qué no? primero el placer y luego el deber. Primero una sesión contemplativa de snorkel y más tarde nos ocuparemos de caza y pesca.

A Daniel le gusta tanto estar en el agua como a mí, así que no duda en venir conmigo. El paisaje submarino del lagoon en las proximidades de la isla me encanta, sobre un fondo de arena clara aparecen infinidad de cabezas de coral diseminadas por aquí y por allá, sus formas semiesféricas o cilíndricas y su colorido rompen con un horizonte de minúsculas dunas cuyo techo es el azul del mar.

En cualquier caso, lo más sorprendente es la cantidad de vida que albergan, nunca había visto tal diversidad y concentración en el interior de un atolón, los pasos o zonas exteriores suelen estar más concurridos, pero no así las zonas protegidas. Supongo que la corriente tendrá mucho que ver en esto, las olas superan el arrecife y crean un flujo casi permanente, su aporte de nutrientes ayuda a que la vida florezca.

Desde hace tiempo la cámara me acompaña en cada inmersión, disfruto con la fotografía subacuática, aunque no es nada sencilla. A las dificultades de la fotografía normal hay que añadir la pérdida de luz y colores con la profundidad, el efecto de las partículas en el agua, la limitación de tiempo en el fondo (lo que aguantes sin respirar, salvo que lleves botella) y que los «modelos» pueden no estar muy interesados en salir en la foto.

Hay que tratar de moverse suave para no asustar a los peces, el aleteo fuerte lo asocian a sonido de depredador, y os aseguro que a la carrera es imposible atraparlos, de hecho muchas veces lo que hago es sumergirme en un lugar cuyo encuadre me gusta, quedarme en el fondo y esperar a que tomen confianza y se acerquen.

Hoy ha habido una buena sesión, dos inmensos bancos de peces (uno de arenques y otro de palometas) dan mucho juego, no solo por ellos, inmensos atunes, pargos, tiburones y otros depredadores están siempre merodeándolos tratando de atrapar a algún descarriado, tan concentrados en su tarea que a veces no se dan cuenta ni de que estas allí, de hecho un tiburón casi tropieza conmigo, ha acelerado de tal forma que no ha visto que estaba en el centro del cardumen, ha tenido el tiempo justo de esquivarme. El barco está tan cerca que para ir a bucear no es necesaria la embarcación auxiliar, se puede ir a nado.

Como el hombre no sólo vive bajo el agua, un paseo por la playa es la mejor opción de estirar las piernas, no hay prisa, tengo tiempo de detenerme a observar tranquilamente cada pequeño detalle, y de recoger conchitas, una de mis actividades favoritas, en Olimarao he encontrado algunas preciosas.

La altura del sol (y los rugidos de mi estómago) me dicen que es ya hora de comer. Dedicamos tiempo a la cocina, estar en un barco no tiene porque significar comer mal, todo lo contrario, la materia prima es fresca y de primera calidad, con un poco de imaginación y de gusto se pueden preparar platos deliciosos, ¿por qué no un exquisito plato de pasta con langosta o un arroz meloso de cangrejo de cocotero?

No suele haber ocasión para la siesta, llega la tarde, hora de pescar antes de que se ponga el sol (sobre las 18 horas). Ya se han acabado prácticamente todos los alimentos frescos que compramos en Truk, si queremos proteínas hay que buscarse la vida para conseguirlas.

Esta vez sustituyo la cámara por el fusil de pesca submarina, con un aro salvavidas y un cubo improviso un sistema para dejar el pescado fuera del agua y que los tiburones no nos acosen. Daniel toma el otro fusil y mano a mano nos dirigimos al arrecife a ver que conseguimos para la cena.

Las percepciones cambian, el instinto cazador que llevamos dentro sale a flote, la belleza y la armonía contemplativa de la mañana se transforman en búsqueda de presas. Los peces tal vez lo presienten o de alguna manera interpretan el lenguaje de los movimientos, las especies más suculentas y de mayor tamaño guardan siempre las distancias, sin embargo, para poder disparar la flecha tienen que estar a menos de 4 metros, es nuestro alcance efectivo. Pescar cualquier cosa es fácil, pero en mi opinión hay que ser muy selectivo y tirarle solo a aquello que es comestible, tiene un tamaño adecuado y es una de las especies que buscas; vale la pena volver con las manos vacías antes que con algo de lo que no estés satisfecho.

Hay varias técnicas, tratar de mimetizarse y quedarse inmóvil en un lugar estratégico a la espera de que pase algún incauto, aproximarse lentamente disimulando, tratar de sorprenderlos tras una roca o cabeza de coral, esconderse en un punto de tiro privilegiado, etc. Voy variando, pero suelo investigar en los agujeros a la búsqueda de meros, y mira por donde encuentro un par de langostas a las que invito a cenar de forma que no pueden rechazar.

Tenemos un asunto pendiente con las palometas, hasta hoy se han reído ampliamente de nosotros, nos envuelven cuando únicamente llevamos la cámara encima, o cuando el fusil esta descargado, mientras a toda prisa tratas de ponerlo a punto giran a tu alrededor casi rozándote, pero cuando estás listo y miras se te queda cara de tonto, ¿pero donde se han metido? Yo creo que son más listas que nosotros. Decidimos tratar de probar suerte y rastreamos la zona Este para localizar el banco, lo encontramos. Cual táctica militar atacamos por ambos flancos en un pasillo entre dos arrecifes, esta vez lo conseguimos, dos palometas medianitas cada uno, aportarán carne blanca y fina a nuestra cocina.

Daniel atrapa un emperador de ojos grandes, yo lo he intentado en varias ocasiones y no lo he conseguido, a cambio pesco dos peces soldado para que los prueben, tienen un sabor muy bueno. Ya está, es suficiente, tenemos comida para varios días, con el «supermercado» tan cerca no tiene sentido acumular en la nevera.

El sol casi se está poniendo cuando regresamos al Bahari, es momento de disfrutar de los colores del atardecer en un escenario tan bucólico. Por un lado el agua se oscurece, la arena se vuelve ocre y las palmeras cambian a un verde más anaranjado, por el otro el astro rey se va sumergiendo en un horizonte de mar, sus rayos se reflejan en el agua, las nubes van tomando un tono rojizo a medida que se esconde, hasta que el resplandor del ocaso es lo único que compite con el azul de un cielo que, poco a poco se oscurece y va dejando paso las lucecitas titilantes de las estrellas, primero los planetas y las más brillantes, luego llegará la vía láctea y trazará un camino en la bóveda celeste, la luna hoy está perezosa y aparecerá muy tarde.

Después de la cena hay que tomar una decisión, si mañana queremos hacer una barbacoa en la playa y asar unos cangrejos de cocotero hay que ir a cazarlos, la noche es el mejor momento. Me da pereza, pero es una auténtica delicatesen, para mi gusto supera a la langosta y casi cualquier otro marisco, además, es excepcional encontrar una isla en la que hay en abundancia.
La misma pareja de pesca nos disponemos a la caza, me equipo para adentrarnos en la selva, pantalón largo y camiseta de manga larga, repelente de insectos, luz frontal en la cabeza, machete en la cintura y guantes de cuero por si a alguno de los animalitos se le ocurre intentar atraparme un dedo con sus poderosas pinzas.

Noche y jungla tropical son una combinación que siempre genera respeto, aunque sepas que no hay nada mortalmente peligroso. Esta vez llevamos brújula para orientarnos, aunque parezca extraño uno es capaz de perderse a pesar de que la isla no tenga más de medio kilómetro en su parte más estrecha, los árboles no dejan ver la luna o las estrellas y el ruido de la rompiente se amortigua con el sonido de pájaros y vete tú a saber que más, la última vez acabamos pasando 3 veces por el mismo sitio. En realidad tampoco sería tan grave, en un momento dado andando hacia el murmullo de las olas siempre llegaríamos a la playa Norte, pero mejor saber dónde estamos.

Hay zonas por las que avanzar resulta complicadísimo, la vegetación es tan densa que se convierte en un muro infranqueable, los insectos acuden a la luz y unas hormigas enormes pegan unos picotazos que parece que te claven un alfiler, pero el esfuerzo tiene su recompensa cuando semiescondido descubrimos la forma de un cangrejo de cocotero. Es un ejemplar adulto, tienen una envergadura de más de 60 centímetros y pesa varios kilos, las pinzas tienen unos 3 dedos de grosor y la capacidad de abrir un coco. Tiene mucha fuerza, descargo casi todo mi peso sobre él para sujetarlo y casi me levanta, puro músculo envuelto en un grueso blindaje, pero no se escapa, su coraza le hace poco flexible, agarrándolo de una forma concreta no puede revolverse y alcanzarme, aprendí la técnica en las islas Hermit, de otro modo es muy peligroso jugar con estos enormes bichos. La noche se da bien, decidimos parar cuando tenemos 3 ejemplares gigantes para asar a la brasa y un par medianos para cocinar en el barco de otro modo.

Estamos casi en el centro de la isla, para regresar a la auxiliar es más rápido salir a la playa Sur y andar por ella. Mientras caminamos con el agua por los tobillos Daniel lanza un grito, hay una langosta sobre la arena, justo donde las suaves olas baten. Nunca había visto algo así, ya es complicado verlas en la parte interior del lagoon, pero que no estén en roca solo puede ser fruto de una extrema abundancia. Aproximación suave mientras Daniel la deslumbra y un rápido movimiento al final, la cojo con la mano y la tendré que llevar así hasta el barco, los dos sacos los tenemos ocupados con cangrejos y no hay otro sitio donde ponerla.

Acabo el día rendido, pero feliz, mientras me cepillo los dientes en cubierta, a la luz de las estrellas, miro a mi alrededor, el espacio es ilimitado, el tiempo no tiene reloj, preciosa naturaleza virgen me rodea, hago lo que me gusta, ¿acaso no estamos hechos para vivir así?, ¿no es esto la auténtica libertad?… cada uno tendrá sus respuestas, pero yo sé que me gusta mi vida…

Sed felices

Kike

8 Responses to “Días 1.179 a 1.181 (5 al 7/2/13): Un día en Olimarao”

  1. Francis dice:

    Hola Kike, que belleza y que escritor !
    La vida en un atolón parece ser EL paraíso, no?
    Buen viaje adelante y sean prudentes, especialmente de noche.
    Abrazo,
    Francis

  2. Mari Carmen Llorens dice:

    ¡Pero chicos! esto es una aventura o un privilegio?, yo creo que es un privilegio, que maravilla. Ahora, también os digo que yo por ahí no me meto. jajajajaj.
    Kike come más que estas hecho un «rascayú»

  3. antonio dice:

    Parece el relato de un viajero del espacio que ha llegado a otro planeta. Alucinante 🙂

  4. Daniel dice:

    La despensa al alcance de la mano, Kike eso no lo pueden decir muchas personas , pero pienso que tiene que ser una delicia poder disfrutar del lugar y sus delicias culinarias. Toma fotografias y un fuerte abrazo para todos.

  5. Anabel dice:

    Ay, Kike, a ti te gusta tu vida y a nosotros la tuya. Me parece impresonante las vivencias que tiene dias a dia. Tus relatos son magnificos. Cuidaros mucho. Un beso.

  6. Nicolás dice:

    Por donde habéis entrado? Parece un atolón infranqueable. En esa zona no hay ciguatera? Un abrazo.

  7. mercedes dice:

    Hola Kike..me ha encantado el final de tu relato,acabas de describir tu libertad con solo cuatro palabras.no hay duda que tu vida es apasionante,por eso nos encanta la pasiòn con la escribes todas tus vivencias..eres ùnico transmitiendo el poder de las palabras..un abrazo!!!!

  8. carlos dice:

    Se me hace la boca agua, yo quiero un cangrejito de esos a la parrilla!!

Deja un comentario