Ayer dormimos hasta el mediodía, el cansancio acumulado, y la tranquilidad del lugar, con el barco tan quieto como en puerto y silencio absoluto roto únicamente por el canto de los pájaros, sin duda ayudaron a ello. Como es habitual en la zona, el tiempo cambiaba cada 5 minutos, alternándose lluvias, nubosidad y algunos minutos de sol que aprovechábamos a la carrera para poder tomar imágenes con mejor luz del precioso entorno.
Tras remolonear un rato por el barco salimos a explorar. En primer lugar nos dirigimos al estrecho paso de entrada con la fueraborda. Desde allí tuvimos una preciosa estampa del Bahari fondeado casi entre los árboles, así como la impresionante vista de las rocas que flanquean el acceso, como guardianes de la puerta del paraíso. A pesar de su aridez, la vegetación desafía todas las leyes de la lógica y puja por invadir lo que debiera ser yermo.